Para 2035, los motores de combustión interna tradicionales no tendrán cabida en Europa. Así lo decidió la Comisión Europea, que incluyó esta medida en su plan específico para combatir el cambio climático. En otras palabras, los fabricantes de automóviles tienen 14 años para seguir vendiendo legalmente motores diésel o gasolina. El 1 de enero de 2035 es la fecha límite para que las marcas dejen de vender autos nuevos que emitan algún tipo de gas contaminante o un precursor del efecto invernadero. Por supuesto, esto incluye microhíbridos, híbridos e híbridos enchufables, así como combustible dual (principalmente gasolina con gas licuado de petróleo o gas natural comprimido).

Este anuncio, que tiene el propósito de acelerar la adopción del vehículo eléctrico como nueva forma de movilidad (tanto por parte de las compañías del sector como por la de sus clientes) y estimular la renovación del parque automovilístico continental, se enmarca en las aspiraciones de la Unión Europea por ser una región neutra en emisiones de dióxido de carbono para mediados del presente siglo XXI (2050). De este modo, se pretende que fijar dicha prohibición quince años antes sea realista y permita, primero, una adaptación acompasada de la industria y, segundo, agotar la vida útil de los últimos coches térmicos que adquieran los consumidores.

Los veintiocho países miembros pertenecientes a esta entidad geopolítica deberán aplicar esta norma en su territorio y no podrán legislar al respecto competente e independientemente, tal y como pretendía hacer el Gobierno de España de cara a 2040 a través de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. A pesar de la imposición, el acceso de la población a un automóvil particular no debería ser más complicado a nivel económico de lo que lo es ahora: varios estudios señalan que el coste de los coches eléctricos se abaratará a lo largo del próximo lustro de forma que en 2026 valgan lo mismo que los térmicos a igualdad de tamaño, calidad y potencia.